miércoles, agosto 08, 2007

CHURROS Y ALHUCEMA


Cuando subiendo calle arriba para la churrería el Barbas vio a Manuel en lo alto de la cuesta fue que cruzó el gorrión detrás de la gorriona esa mañana la vez primera y le apuró risueño el tramo que quedaba de empedrado para llegar a altura de su padre. Manuel estaba parado en la esquina de la de los cupones, como desorientado en un tris por más despierto que naiden ya esa mañana y como sin bulla mala en el vientre, parado allí sin norte en mediol pueblo, pero pleno de sur. Era trempano incluso, pensó Manuel ahí quieto bajo el celeste limpio que dejara la tormenta de anteanoche, para los sus amigos questuvieran porallín trempano tanto un sábado y parecía dudar tanto entre bajar al Puente a ver o ir pa la casa a trenzar los ramilletes cuántos que le salieran de la brazada de alhucemas que traía en la talega y que colgaba quieta de su hombro izquierdo, discreta pero enorme y parda y suya que. En esas estaba cuando escuchó el silbido de su tribu como a seis pasos a izquierdas suyas y se giró, buscando el norte.


-¿Qué? -le soltó el Barbas con el ánimo aún durmiendo y un besico.


-Pos ná, niño. De Corvales que vengo de coger una poca d'alhucema. Que se mantojao esta mañana al ispertar y me dicho: Pos voy a ir. A por una poca d'alhucema. Pero no, ntchs.
-Cuchi que bien. Pos yo a por churros. ¿Te vienes?


-No -como desorientado aún, pero sabiendo ya el Manuel-. Va a ser que no. Me iba a bajar a ver, pero es tavía trempano. No va.a.ver naiden. Me vi a subih pa la casa, que a ver si trenzo en rametonsilloh la alhucema esta que no, nostán tavía.


-Pero por qué no, dices, de la alhucema que no -le dijo el Barbas mientras se asomaba como cuando de chico al ojo entreabierto de la talega cuando Manuel volvía del monte y le pinzó una poca y supo el porque era que no, quesquera que se había precipitado este año su padre por muy viejo y yerbero y to que juese con la alhucema por el ansia de hacer algo esa mañana y:
-Tú qué. ¿A por churros dices que vas? Ou, churros ahora. Fuh.


-Venti.


-No, yo churros ahora no. Me vir parriba -y echó un vistazo zorro en derredor-. Ala.


-Güeno. Pos yasta.


-Ale.


-Ue -y ahí le salió otra vez al Barbas la sonrisa mientras se encaminaba a por los churros y se decía a lo chistoso que había que ver su padre, venir ya de vuelta del monte a esas horas con alhucema a pique de flor.


Y ahí se quedó la cosa de la flor, camino de los churros sonrrisero. Un sábado de lenta primavera.
Serían las ocho menos cuarto cuando llegó a la cola palpándose la guita a ver, que no supo del to si es que iba a estar o no de anoche en los bolsillos del pantalón abiertos cuando dos mozuelillos ojerosos, hermanicos seguro, que los habría mandao por un kilo de churros la mae pa tos de sábado, se pusieron detrás de un cincuentón canoso, guapo y regordete que en traje de lino blanco aguardaba su turno con el periódico bajo el brazo y la mirada lejos. Detrás del mostrador, la Angustitas, la nieta de la Concha, la churrera, despachaba a una señora rubia de las de los chalés mientras su abuela iba soltando otra espiral de masa buena con ese arte de tanta mañana que se daba la Concha desde hace muchos años sobre la sarten enorme de aceite hirviendo. El Barbas dio un buenosdías tranquilo y general y se puso detrás de los hermanos. Iba a ser cosa de cinco minutos. La Concha salió de detrás de la sartén y saludó al Barbas sin palabras, con la sonrisa sabia y la yesca en los ojos de las abuelas brujas. El Barbas devolvió cabal sonrisa y la mañana, sin colas, sin bullas, celeste limpio el cielo, se presentaba tan amable como fue y no más importe. Los dos hurones estaban en el bolsillo izquierdo, sí. En siete minutitos iban yastar los churros encimica la mesa la cocina.

A la Angustitas le cundía a tijera rápida en cuanto su abuela le soltaba la rueda encima y despachó en un volón al señor del traje y a los mozuelos, que se pararon con nervios divertidos en el kiosko como se había ya maliciado el Barbas nomás los vió colocarse delante dél carían.


-Mu buenas Angustitas. Doña Concha.


-Buenos días.


-Pos van a ser dos euros hoy.


-Pos ahora mismo, señor.


-Ora mismitico te los saco, primor -saltó la Concha mientras ahí le levantaba con los palos tras ya darle la vuelta a una nueva rueda-.Y a qué tanto serio de señor, niña. ¿Que no ves ques el niño del Manuel, el hermano la Clarica? Esta niña que seria ha salío, niño. Le cunde el trabajo, y es muy güena y muy guapa y muy lista y muy to. Pero qué seria pa mujer.


-No te preocupes, Angustitas -terció el Barbas gracioso-, que también soy un señor. Y tu abuela una chinchona.


-Y tú mu guapo es lo queres.


-Gracias, Concha. Muchas gracias.

-Pos hala. De ahí los llevas. Échale la porra, niña. Que le gusta.


-Gracias, Concha.


-Nada, niño.


-Ale. Que tengáis buena mañana y mejor semana.


-Gracias.


-Y tú, niño. Dale un besico a tu tía si la ves.


-Descuide, Concha. Adiós.


-Adiós.


-Adiós.


Llegó. La Luisa aún demoraba el levantarse, pero fue olerse los churros y salió dentre las sábanas. Besico, toma, pum. Desayunaron. El día se fue entero en Los Cahorros, questuvieron el Barbas con la Luisa y to la gente de La Zubia y der Zaidín en la Casilla reequipando a tres taladros reunionsicah y porósidos y luego por la noche fue que estaban en la casa de la Luisa y va la Luisa y, cuando estaba en el pasarle un porro el Barbas de la yerba sativilla que le diera el Ángel Jausis, va y le dice por lo que le había contado a colación en la cascada de su padre y la alhucema que la escuche. Y le lee:



Según Abu Abdalah, es la alhucema azulada; y según otros la silvestre pequeña de un azul claro. Su raíz se planta en diciembre o poco después, y florece al año de su plantación si se le cultiva la tierra. Al plantarla ha de dársele riego, si fuere en tierra enjuta, y florece en el mes de abril. Tal es el modo de cultivar esta planta. Lleva la flor con las hojas separadas y del mismo color y aun mejor que el de la violeta; crece a la altura de un hombre, si bien lo más común es quedar más baja; y se extiende en muchos ramos. Su cultivo es el mismo que se dijo de la manzanilla loca y de la matricaria, y así se dispone conforme a él. Los persas la estimaban en mucho, y tienen la dicha de poseerla en abundancia; y dicen que mirando a su flor se alegra el ánimo, y se retira la tristeza concebida sin motivo.



-Foh, Luisa. Macabo de quear non zé cómo disirte.


-Pues ya ves: Del Libro de agricultura de Ibn Al Awam, en traducción del terciario franciscano José de Banqueri. De la edición de José Ignacio Cubero Salmerón


-¿Al Awam?


-Sí. Abu Zacaria Iahia Aben Mohamed Ben Ahmed El Awam, sevillano de mediados del XII, sí. Y al José de Banqueri no te lo pierdas tampoco, que se tiró de vuelta de las misiones africanas catorce años de los de finales del siglo dieciocho traduciéndolo.


-Foh.


-Pues sí -y le volvió a pasar el cigarrillo verde al Barbas-. Me voy a dormir.


-Yo no voy a tardar muncho tampoco, Luisa. No.


-Pues hala, toma beso -y le lanzó desde el umbral del dormitorio uno volante que fue a pararse en medio de las greñas de la barba negra y crespa.


Tenía que ir con su padre a por la alhucema brava una mañana destas pronto y fijo ya, pero subir arriba a Huenes, a los roales güenos, no ahí a Corvales, questá to pisoteado, pensaba el Barbas. Y eso: Que había quequé, tenía que ir. Porque estaba comprendiendo de repente los porqueses de la pena de su padre a ratos esa que le daba chica y leve pero pena y él tenía que ver a ver. La Luisa yastaría risoplantemente toda horizontal, casi volcando al sueño, jehn. Mató la chusta suave en el cenicero metálico y se levantó pausado. Se fue a lavar la cara, las manos, el cuello, los tobillos. Tumbóse pastirar en el tatami de la Luisa. Y allí quedó dormido. La Luisa lo encontró por la mañana y le echó por encimilla la sábana que usaban de funda del sofá. Quedó fetén. Roncando lo dejó y ella se fue a por pan en bicicleta al horno de Ana. Quel horno de Ana abría y despachaba pan y tortas los domingos sin cerrar de to la vida y allí compraba siempre, no sólo los domingos, la Luisa el pan, del horno abierto de Ana.




2 comentarios:

aGEnBiTe oF iNWiT dijo...

Lah cosah mágicah de las planticas o los bichos, c'alegría seguir leyéndote.

Te farta un afoto de la alhucema, que suena al moro pero no a mata, y ajín laprendemoh, noverdá?

Y baja, cohone, que te retestina nloarto y no hay manera vet-te, home...!

Ale, bezoz!

la luisa dijo...

alhucema, primor, viene a ser espliego o lavanda. majumenu. yaver si bajo, jín. besos, l.