sábado, junio 27, 2009

34.

OBVIEDAD DEL CUERPO

El cuerpo, esa obviedad. En el gran esfuerzo, en el dolor, en el movimiento o en la suspensión del movimiento, en el amor o en la emoción, en la enfermedad, en la tensión biológica o mental, se revela en toda su importancia. Entonces la obviedad se desvanece. La poesía empieza con ese desvanecimiento. De ahí su parentesco con la carencia y con la ausencia. La recomposición de la obviedad la mata. El mundo obvio, automático, no deja lugar para la poesía; ni tampoco para el arte. Funciona mecánicamente, como un perfecto ---es decir, acabado--- sistema muerto. Contra ese sistema se rebela en común, en tácita conspiración, el cuerpo y la poesía.


Zanásis Jatsópoulos (Aliveri, Eubea, 1961).
Traducción de Vicente Fernández González.

lunes, junio 15, 2009

ROMERÍA AFFAIRE: LAS FOTOS QUE FALTABAN (y 3)


El Txus, músico, surfero, bloquero y retratista.
PHOTO: Fernando Aguado.


Elaín la muchachada!
PHOTO: Fernando Aguado.


Esta se va al Cho Oyu, la tía, dentro de poquito ya.
PHOTO: Fernando Aguado.


El punkarreta haciendo como que estira.
PHOTO: Fernando Aguado.


El Yago.
PHOTO: Fernando Aguado.

domingo, junio 14, 2009

33.

SIMONE WEIL DIXIT

Los partidos políticos son un maravilloso mecanismo en virtud del cual, a lo largo de todo un país, ni un solo espíritu presta su atención al esfuerzo de discernir sobre los asuntos públicos, el bien, la justicia o la verdad. El resultado es que sólo se deciden y se ejecutan medidas contrarias al bien público, a la justicia y la verdad. Si se le confiara al diablo la organización de la vida pública no podría imaginar nada más ingenioso.

Simone Weil (París, 1909 - Ashford, near London, 1943)

ROMERÍA AFFAIRE: LAS FOTOS QUE FALTABAN (y 2)


Javi Martín apretando y bien cubierto.
PHOTO: Fernando Aguado.


El Sergio.
PHOTO: Fernando Aguado.


El Melga contando cómo es que va la película de uno de los eliminatorios estrella del castrojismo local.
PHOTO: Fernando Aguado.


Bicho, cucha: Daquín, allín. Y luego parriba.
PHOTO: Fernando Aguado.


El Álex de Málaga, que ahora estará por Taghia el tío según nos dijo en la Carmela hace unas semanas que pallín se iba.
PHOTO: Fernando Aguado.

viernes, junio 12, 2009

32.

LA TRADUCCIÓN (fragmento del
Viaje sentimental por Francia e Italia
)


Sólo había un viejo y cortés oficial francés en mi palco. Tengo estima a la clase militar, no sólo porque honro a los hombres que encuentran ocasión de perfeccionar sus costumbres en un oficio que frecuentemente empeora a los malos, sino también porque en otro tiempo conocí a uno..., ya no existe. Pero ¿por qué no he de salvar una página del olvido, escribiendo en ella su nombre, y diciendo al mundo que se llamaba Tobías Shandy, el más querido entre mis amigos, y cuya filantropía no puedo evocar, a pesar del tiempo que nos divide, sin que se me arrasen de lágrimas los ojos? En recuerdo suyo, conservo este afecto especial para todos los veteranos. Me levanté, pasé las dos hileras de bancos que me separaban de él, y me fui a sentar al lado del oficial.
El viejecito, con las gafas puestas, se encontraba leyendo un pequeño folleto, que podía ser el libreto de la ópera. En cuanto me senté, él se quitó las gafas, las guardó en un estuche de piel, y se metió el estuche con el folleto en el bolsillo. Yo, levantándome un poco, le hice un discreto saludo.
La actitud del viejecito quería decir:
"He aquí que llega al palco un extranjero que no parece conocer a nadie y que seguramente no conocería a nadie aunque se quedara durante siete años entre nosotros, si nosotros nos empeñamos en conservar puestas las gafas de leer cada vez que él se nos acerque: esto equivaldría a darle en las narices con la puerta de la conversación. Sería tratarle peor que si fuera alemán."
Si en lugar de pensar lo que antecede, lo hubiera dicho en alta voz, en vez de inclinarme, le hubiera dicho que su bondad me obligaba mucho, y que lo agradecía muchísimo.
El mejor secreto para adelantar en la sociabilidad es el dominio de este medio de comunicación, y la pericia en comprender y devolver miradas e insinuaciones, traduciendo en palabras todo su sentido y alcance. Por mi parte, y merced a un largo hábito, lo hago ya tan sin darme cuenta que, cuando voy por una calle de Londres, traduzco, por decirlo así, todo lo que pasa, y a veces he estado en el círculo sin oír cambiar dos palabras, y me he formulado interiormente más de veinte diálogos distintos, que escribiría e incluso juraría que eran reales.
Voy a contar ahora lo que me ocurrió una noche en Milán al ir a escuchar un concierto de Martini. Al entrar en la sala, casi tropecé con la marquesita de F., que salía precipitadamente. Tuve que dar un salto para evitar el choque y dejarla pasar. Pero ella hizo lo mismo, y para el mismo lado que yo, de modo que nuestras cabezas chocaron levemente. Entonces ella se echó al otro lado, pero yo tan desdichado como ella salté también para allá, y volví a obstruirle el paso, muy a pesar mío. Y vuelta a saltar los dos para acá... En fin, una escena ridiculísima. Ambos nos sonrojamos hasta la raíz del cabello. Hasta que, por fin, hice lo que debí haber hecho desde el principio, quedarme inmóvil, y entonces la marquesita pudo salir sin obstáculo. No me atreví a entrar en la sala sin ofrecerle, al menos, la reparación de detenerme un instante a verla hasta perderla por los pasillos. Ella se volvió dos veces; después se adelantó hacia la escalera y se quedó pegada a la pared, como para dejar paso al que bajara y evitar otra escena semejante a la que se había producido conmigo.
---No he acertado en la interpretación ---me dije---; no he traducido bien. La marquesita tiene derecho a mis disculpas expresas y claras, y se hace a un lado para dar lugar esperando que yo me acerque a ella.
Fui hacia ella y le pedí disculpas por la molestia que acababa de causarle, asegurándole que mi intención había sido dejarle el paso franco. Ella me dijo que, por su parte, lo mismo había querido hacer; de modo que los dos nos dimos las gracias mutuamente. A esto, la marquesa estaba ya al término de la escalera, y viendo yo que ningún escudero se le acercaba, le rogué que me permitiera acompañarla al coche. Bajamos juntos; a cada tres peldaños nos deteníamos a comentar el concierto y nuestra aventura. Ya dentro del coche, le dije:
---Señora, debo decirle que por lo menos intenté dejarla salir seis veces.
---Y yo otras tantas le dejé entrar.
---Y plegue al cielo ---añadí--- que lo intentara usted una séptima.
---Con mucho gusto ---dijo ella haciéndome lugar.
La vida es demasiado breve para perder el tiempo en fórmulas de cortesía. Me metí en el coche sin vacilar, y me llevó a su casa. Y del concierto, Santa Cecilia ---que, sin duda, estaba presente--- sabrá lo que pasó: yo no me enteré.
Me falta añadir que nada me fue tan grato durante mi viaje a Itali que ésta, debida, sin duda, a una traducción acertada.


Laurence Sterne (1713-1768)

miércoles, junio 10, 2009

31.

CONTRIBUCIÓN A LA ESTADÍSTICA


De cada cien personas,

las que todo lo saben mejor:
cincuenta y dos.

Las inseguras de cada paso:
casi todo el resto.

Las prontas a ayudar,
siempre que no dure mucho:
hasta cuarenta y nueve.

Las buenas siempre,
porque no pueden de otra forma:
cuatro o quizá cinco.

Las dispuestas a admirar sin envidia:
dieciocho.

Las que viven continuamente angustiadas
por algo o por alguien:
setenta y siete.

Las capaces de ser felices:
como mucho veintitantas.

Las inofensivas de una en una,
pero salvajes en grupo:
más de la mitad seguro.

Las crueles
cuando las circunstancias obligan:
eso mejor no saberlo
ni siquiera aproximadamente.

Las sabias a posteriori:
no muchas más
que las sabias a priori.

Las que de la vida no quieren nada más que cosas:
cuarenta,
aunque quisiera equivocarme.

Las encorvadas, doloridas
y sin linterna en lo oscuro:
ochenta y tres,
tarde o temprano.

Las dignas de compasión:
noventa y nueve.

Las mortales:
cien de cien,

cifra que por ahora no sufre ningún cambio.



Wislawa Szymborska (Kórnik, Polonia, 1923), del libro Instante, (en traducción de Gerardo Beltrán y Abel A. Murcia Soriano), Igitur-Poesía, 2005.

30.

NO PIDO MUCHO


No pido mucho:

Poder hablar sin cambiar la voz,
caminar sin muletas,
hacer el amor sin que haya que pedir permiso,
escribir en un papel sin rayas.

O bien si parece demasiado:
Escribir sin tener que cambiar la voz,
caminar sin rayas,
hablar sin que haya que pedir permiso,
hacer el amor sin muletas.

O bien si parece demasiado:
Hacer el amor sin que haya que cambiar la voz,
escribir sin muletas,
caminar sin que haya que pedir permisos,
hablar sin rayas.

O bien si parece demasiado…


Kiko Veneno y Miquel Marti i Pol (1929-2003)

29.

UN SOLDADO QUE SOÑABA CON AZUCENAS BLANCAS


Soñaba con azucenas blancas,
con una rama de olivo...
con el pecho de ella radiante a la tarde.
Soñaba -me dijo- con un pájaro,
con la flor del limonero,
no filosofaba, entendía las cosas
como las sentía... como las olía.
Pensaba -me dijo- que la patria
era que yo bebiese a sorbos el café de mi madre
y volviera a la tarde.
Le pregunté: ¿Y la tierra?
Dijo: No la conozco,
no la siento latir ni la llevo en la piel
como se dice en los poemas.
Pero un día la vi,
como se ve una tienda, una calle, los periódicos.
Le pregunté: ¿La amas?
Respondió: Mi amor es dar un paseo,
o un vaso de vino, o una aventura.
-¿Morirías por ella?
-Claro que no.
El lazo que me ata a la tierra
es un panfleto... un discurso.
Me enseñaron a amar su amor
pero no he sentido su corazón como propio,
no he olido la hierba, las raíces, las ramas.
-¿Y cómo era amarla?
¿Pica como los soles... como la nostalgia?
Me contestó sin rodeos:
-Mi manera de amar es un fusil,
el retorno de fiestas vetustas
y el silencio de una estatua perdida
de tiempo y origen remotos.

Me habló del momento de la despedida,
de cómo lloraba su madre
en silencio cuando le destinaron
al frente.
La voz atormentada de su madre
grabó bajo su piel un nuevo deseo:
Si crecieran palomas en el Ministerio de Defensa,
¡si crecieran palomas!

...se fumó un cigarro, luego me dijo
como si huyera de un pantano de sangre:
He soñado con azucenas blancas,
con una rama de olivo,
con un pájaro que abrazaba la mañana
en la rama de un limonero...
-¿Y qué has visto?
-He visto lo que he hecho,
una zarza roja
explotando en la arena, en los pechos, en los estómagos.
-¿A cuántos has matado?
-No sabría decirte...
pero me concedieron sólo una medalla.

Le pedí, torturándome: Venga,
descríbeme un cadáver.
Se acomodó en el asiento, y acariciando el periódico doblado
me dijo como quien canta una copla:
Como tumba el viento una jaima en la grava,
abrazando los luceros desplomados,
en la frente despejada una corona de sangre,
el pecho sin medallas,
porque no era bueno luchando,
parecía un labriego, o un obrero, o un vendedor ambulante.
Como tumba el viento un jaima en la grava... murió.
Los brazos tendidos como dos arroyos secos.
Y cuando rebusqué en sus bolsillos
su nombre, hallé dos fotos:
una... de su mujer,
otra... de su hija.
Le pregunté: ¿Te dio pena?
Me interrumpió: Mi buen Mahmud,
la pena es un pájaro blanco
que no se asoma al campo de batalla. Peca
el soldado que siente pena.
Yo sólo era una máquina que escupía fuego rosáceo
y hacía del cielo un pájaro negro.

Me habló de su primer amor,
después,
de calles lejanas,
de las reacciones tras la guerra,
de las bravuconadas de la radio y los periódicos,
y mientras se tapaba la tos con el pañuelo
le pregunté: ¿Volveremos a vernos?
Me respondió: En una ciudad lejana.

A la cuarta copa
le dije bromeando: Así que te marchas... ¿Y la patria?
Me contestó: Déjate de patrias...
Yo sueño con azucenas blancas,
con una calle que gorjee y una casa encendida.
Quiero un corazón bueno, no carne de cañón,
quiero un día soleado, no el instante de la victoria,
demencial... fascista.
Quiero un niño alegre que le ría al día,
no un repuesto para la máquina bélica.
He venido para vivir el alba de los soles,
no su ocaso.

Se despidió de mí... buscaba azucenas blancas,
un pájaro que saludara a la mañana
en la rama de un olivo,
no entendía las cosas
sino como las sentía... como las olía.
Pensaba -me dijo- que la patria
era que yo bebiese a sorbos el café de mi madre
y que volviera, tranquilo, con la tarde.


Mahmud Darwix (Al-Birwa, Palestina, 1941 --- Houston, U.S.A., 2008)
(Traducción de Luz Gómez García)

28.

AL CABO


Al cabo, son muy pocas las palabras
que de verdad nos duelen, y muy pocas
las que consiguen alegrar el alma.
Y son también muy pocas las personas
que mueven nuestro corazón, y menos
aún las que lo mueven mucho tiempo.
Al cabo, son poquísimas las cosas
que de verdad importan en la vida:
poder querer a alguien, que nos quieran
y no morir después que nuestros hijos.


Amalia Bautista (Madrid, 1962)

sábado, junio 06, 2009

ROMERÍA AFFAIRE: LAS FOTOS QUE FALTABAN (y 1)


Q'ambientasso, tú.
PHOTO: Fernando Aguado.




El señor Lupiañez.
PHOTO: Fernando Aguado.




El Gus en pleno lance y, de espaldas, Jorge Postman porteando.
PHOTO: Fernando Aguado.



Jugando a los eliminatorios apretaos en el techo de dentro.
PHOTO: Fernando Aguado.

jueves, junio 04, 2009

ROMERÍA AFFAIRE: LAS FOTOS QUE FALTABAN

Tras ardua labor detestiveska, conseguimos finalmente dar con el Fernan, vía Fran Funes, para que nos pasara las aphoticos que nos faltaban de la tarde de convivencia montuna del sábado romero. Y tan amable como siempre, nos contó que había estado perdiíllo, pero que nos las hacía llegar. Y así fizó prestamente y aquí que sus las iremos poniendo alguniquillas. Gracias, Fernando. Y que viva San Apretón y la Virgen de la Regleta!!!


La Jo y la María porteando a la Pipi (Cardell), que también escaló cuando ya soltó la cámara de vídeo.
PHOTO: Fernando Aguado.



Pedro Soto sonriente.
PHOTO: Fernando Aguado.



Jorge Correa en uno de los pasucos venenosos de la panza a media tarde.
PHOTO: Fernando Aguado.



Panoramiquilla general y el Gus haciendo equilibrios.
PHOTO: Fernando Aguado.