domingo, julio 18, 2010

40.

JUAN JOSÉ ARREOLA DIXIT

Se necesita que ya no haya líderes importantes ni dirigentes de multitudes, sino que cada hombre sea capaz de conducirse por sí mismo, como el que puede arreglar sus negocios con el más allá.

Espero el renacimiento del amor a las plantas y a los animales, el apogeo del hobby, que es un renuevo doméstico de la aplicación de la mano artesanal. Necesitamos relacionar el espíritu y la materia, y no dejar al espíritu en esa vagancia que aunque nos haya producido buena música y buena poesía, nos haya producido buena música y buena poesía, nos ha costado también delirios de grandeza. El espíritu se ha vuelto un falso truchimán, un lenguaraz que pervierte el mensaje porque no lo subordinamos a la vida.

Profeso un sagrado horror a la inteligencia y a la razón. De mí todo ha salido del reino de las intuiciones y me declaro un irracionalista, porque lo irracional es una forma más profunda o más alta de lo racional. Lo único que vale en la vida es lo que brota de esa zona secreta. Hay personas que pueden apropiarse de una cantidad de pensamiento ambiental o que tienen la capacidad de recoger dentro de la propia experiencia la experiencia ajena. La intuición es el recuerdo que todavía no vivimos, el déjà vu psicoanalítico, lo que creemos ya visto o conocido (al entrar a una casa nos parece que ya estuvimos allí), pero en nada me uno al ocultismo ni a los fenómenos paranormales.

La cultura consiste en ponerse uno en el espíritu lo que le pertenece, aunque no lo haya pensado. Hay poemas enteros que los siento totalmente míos porque me dicen a mí mismo, me ayudan a saber quién soy; cuando los recito parece que yo los estuviera componiendo porque los vivo. La cultura es auténtica cuando revive en nosotros. Puedo repetir de pronto algún pasaje de un poeta oscuro o apoyarme en un filósofo sin percatarme. Soy un actor del conocimiento porque lo represento ante los demás, no porque yo sea un sabio.

Sostenemos que el pecado original fue el pacto de la mujer con el diablo para perder al hombre. Pensemos lo que significa sobre la tierra una ética basada en semejante dislapso.

Cuando se habla de cultura debemos apartar de nuestra mente la idea de ciertos refinamientos del gusto y de la abstracción. La verdadera cultura es concepción del mundo. Si la redondez total del conocimiento es ahora imposible, el hombre culto siempre tiene a su alcance los datos que pueden hacerle comprender el universo físico y espiritual que lo rodea, así como las peripericias esenciales que nos han llevado o traído a ese conocimiento en generaciones sucesivas, a partir del primer hombre que se preguntó quién era y por qué estaba en el mundo. Quien renuncia a enterarse de algo que no es de su competencia porque cree que pertenece a otro ámbito, se excomulga automáticamente del gremio universitario y se va a vivir como falso Robinsón a un islote de especialista. Hombre culto es el que está con los demás en comunicación activa. Un centro emisor de humanidad, con ideas y actitudes que se ajustan armoniosamente a la realidad inmediata de cada día.

Cada uno está obligado a comprender el mundo y a comprenderse a sí mismo simultáneamente. El hombre que se va de este mundo sin saber quién es ni dónde estuvo, es como un tonto en vísperas, aunque sea un tonto loco, desesperado o genial.

En el claro de la selva, trabaja un constructor de arcos; alguien aplica su espíritu a la materia y la transforma con sus manos. Se acerca un muchacho curioso y atento: quiere saber cómo se hace un arco. El operario interrumpe su trabajo y le explica las cualidades de la madera, de la cuerda, del pedernal y de las plumas. Le dice cómo se manejan las herramientas. Le hace comprender el fenómeno de la tensión que proyecta la flecha al espacio. Le dice que un arco sólo es arco cuando funciona como arco. En ese momento el artesano se convierte en maestro y ejerce su influjo sobre un alma, en vez de aplicarlo solamente a la materia inerte.

Extractos de La palabra educación, de Juan José Arreola (Editorial Diana, México, 1979).

miércoles, julio 14, 2010

39.


El bloque es, sin duda alguna, la distracción más agradable de esos días benditos en los que no hay que trabajar, pero muchas personas, ya lo sabemos, se obstinan en perder su tiempo libre con la búsqueda de la dificultad pura. Su práctica, además, debería estar encaminada a la realización de ejercicios de seguridad y estilo orientados a futuras escaladas. Cuando puedes escalar un bloque fácil con las manos o equilibrarte de pies en una placa de tal manera que apenas aprietes con los dedos y un colega pueda colocar su mano debajo de la tuya o cuando has descubierto cómo resolver la escalada de una repisa empujando y girando el brazo que te hace de palanca, digamos que te estás haciendo una idea de lo que puedes esperar de ti en el futuro. Pelear, a fuerza de músculo y hasta el agotamiento, contra una dificultad superior a la que vayas a intentar más adelante en vías expuestas de escalada real no prueba nada, no es sano y sólo sirve para reducir considerablemente el goce pleno de los días libres.

Traducción bastante libre y limitada de algunas de las reflexiones sobre la práctica del búlder en la época victoriana recogidas en Mountain Craft (1949), de Geoffrey Winthrop Young (1876-1958).
Mucho más, pero en inglés, AQUÍ.