
miércoles, agosto 22, 2007
Y GALAYOS SIN RADIO

sábado, agosto 18, 2007
24.

miércoles, agosto 08, 2007
CHURROS Y ALHUCEMA

-Cuchi que bien. Pos yo a por churros. ¿Te vienes?
-Tú qué. ¿A por churros dices que vas? Ou, churros ahora. Fuh.
Serían las ocho menos cuarto cuando llegó a la cola palpándose la guita a ver, que no supo del to si es que iba a estar o no de anoche en los bolsillos del pantalón abiertos cuando dos mozuelillos ojerosos, hermanicos seguro, que los habría mandao por un kilo de churros la mae pa tos de sábado, se pusieron detrás de un cincuentón canoso, guapo y regordete que en traje de lino blanco aguardaba su turno con el periódico bajo el brazo y la mirada lejos. Detrás del mostrador, la Angustitas, la nieta de la Concha, la churrera, despachaba a una señora rubia de las de los chalés mientras su abuela iba soltando otra espiral de masa buena con ese arte de tanta mañana que se daba la Concha desde hace muchos años sobre la sarten enorme de aceite hirviendo. El Barbas dio un buenosdías tranquilo y general y se puso detrás de los hermanos. Iba a ser cosa de cinco minutos. La Concha salió de detrás de la sartén y saludó al Barbas sin palabras, con la sonrisa sabia y la yesca en los ojos de las abuelas brujas. El Barbas devolvió cabal sonrisa y la mañana, sin colas, sin bullas, celeste limpio el cielo, se presentaba tan amable como fue y no más importe. Los dos hurones estaban en el bolsillo izquierdo, sí. En siete minutitos iban yastar los churros encimica la mesa la cocina.
Llegó. La Luisa aún demoraba el levantarse, pero fue olerse los churros y salió dentre las sábanas. Besico, toma, pum. Desayunaron. El día se fue entero en Los Cahorros, questuvieron el Barbas con la Luisa y to la gente de La Zubia y der Zaidín en la Casilla reequipando a tres taladros reunionsicah y porósidos y luego por la noche fue que estaban en la casa de la Luisa y va la Luisa y, cuando estaba en el pasarle un porro el Barbas de la yerba sativilla que le diera el Ángel Jausis, va y le dice por lo que le había contado a colación en la cascada de su padre y la alhucema que la escuche. Y le lee:
Según Abu Abdalah, es la alhucema azulada; y según otros la silvestre pequeña de un azul claro. Su raíz se planta en diciembre o poco después, y florece al año de su plantación si se le cultiva la tierra. Al plantarla ha de dársele riego, si fuere en tierra enjuta, y florece en el mes de abril. Tal es el modo de cultivar esta planta. Lleva la flor con las hojas separadas y del mismo color y aun mejor que el de la violeta; crece a la altura de un hombre, si bien lo más común es quedar más baja; y se extiende en muchos ramos. Su cultivo es el mismo que se dijo de la manzanilla loca y de la matricaria, y así se dispone conforme a él. Los persas la estimaban en mucho, y tienen la dicha de poseerla en abundancia; y dicen que mirando a su flor se alegra el ánimo, y se retira la tristeza concebida sin motivo.
-Foh, Luisa. Macabo de quear non zé cómo disirte.
-Pues ya ves: Del Libro de agricultura de Ibn Al Awam, en traducción del terciario franciscano José de Banqueri. De la edición de José Ignacio Cubero Salmerón
-¿Al Awam?
-Sí. Abu Zacaria Iahia Aben Mohamed Ben Ahmed El Awam, sevillano de mediados del XII, sí. Y al José de Banqueri no te lo pierdas tampoco, que se tiró de vuelta de las misiones africanas catorce años de los de finales del siglo dieciocho traduciéndolo.
-Foh.
-Pues sí -y le volvió a pasar el cigarrillo verde al Barbas-. Me voy a dormir.
-Yo no voy a tardar muncho tampoco, Luisa. No.
-Pues hala, toma beso -y le lanzó desde el umbral del dormitorio uno volante que fue a pararse en medio de las greñas de la barba negra y crespa.
Tenía que ir con su padre a por la alhucema brava una mañana destas pronto y fijo ya, pero subir arriba a Huenes, a los roales güenos, no ahí a Corvales, questá to pisoteado, pensaba el Barbas. Y eso: Que había quequé, tenía que ir. Porque estaba comprendiendo de repente los porqueses de la pena de su padre a ratos esa que le daba chica y leve pero pena y él tenía que ver a ver. La Luisa yastaría risoplantemente toda horizontal, casi volcando al sueño, jehn. Mató la chusta suave en el cenicero metálico y se levantó pausado. Se fue a lavar la cara, las manos, el cuello, los tobillos. Tumbóse pastirar en el tatami de la Luisa. Y allí quedó dormido. La Luisa lo encontró por la mañana y le echó por encimilla la sábana que usaban de funda del sofá. Quedó fetén. Roncando lo dejó y ella se fue a por pan en bicicleta al horno de Ana. Quel horno de Ana abría y despachaba pan y tortas los domingos sin cerrar de to la vida y allí compraba siempre, no sólo los domingos, la Luisa el pan, del horno abierto de Ana.
DIÁSLOGO TERLEPHÓNIKO

—¿Luisa?
—Ah, Gus. ¿Qué?
—Soy Gustavo.
—Sí, qué.
—Pos ná.
—Y qué.
—Pos ná, que a ver si habíais ya llegao.
—Sí, ya. Bueno, el Barbas y yo llevamos yaquí dendanoche, que nos bajamos porque no veas al Barbas la contrahtura que se lencogión la pienna y seis horas hasta el San Juan cagando vinagre y cagándose en dios, niño.
—¿Sí?
—Sí. Sí, pero yastá mejorcico y: Bueno, tol mundo pabajo en reaslidad porque se lió una granizá de hora y media ahí justo al pie de los vasares de la Mosca que no veas tú, nen. El Barbas con el dolor ya y todo lo vio claro y le tiró pabajo y yo me fui con él y estos le le anduvieron dudando un rato pero luego tiraron también pabajo y en Cueva Secreta que se quedaron. Nosotros nos vinimos en caliente por lo de la rodillal Barbas, por no parar y haber estado hoy la vuelta en un grito. Pero ya están aquí también, que venimos de lo de la Joana y ya habían llegao también al mediodía.
—Fok.
—Poszí.
—Pos yo ná: Questao en los Cahorros esta tarde.
—Mubién, Gus.
—Sí.
—Y qué, ¿estaba el Francis por allí? Me dijo ayer que mañana igual tiraba.
—Sí.
—¿Y qué se contaba? Estaba ahora de tardes currando, ¿no?
—Sí, pero hoy no. En la piscina. Pero hoy domingo libraba. Hoy libraba.
—Ya.
—Jé. Tía...
—¿Qué?
—Quecho la To su puta madre a caballo, tía, hoy.
—Hostis, Gus, enhorabuena. ¡Ue, quel Gustavillo yancadenao! Sí, sí. La to su puta madre..., sí.
—Jé. ¿Quién es?
—¿Con alargadera o sin ná?
—Sin ná.
—Coño, Gus. Doblemente.
—Jé. ¿Quién hay?
—No vear tío ahín. Na: Las dos felinas, el Corsico, el Barbas, que está ahí cocinando y yo namás, Gustavo. Ahorandespués vendrál Carlitos y el Alex, que han dicho se pasaban.
—Jé.
—Y qué, Gus. Cuenta.
—Pos na, por allí. Con el Francis. No habían muncha gente hoy. Namás que domingueros con tol vocinglerío. Y era pa ver si trepamos mañana, Luisa. Con el Barbas no jén.
—Pos mañana yo creo que no. Quesque estoy terminando un curro que tengo que ya sí o sí. Que a lo menos hasta el martes o el miércoles creo que no. Yel Barbas ahora le digo, pero creo que mañana tiene no sé que historia con la familia, aparte denque lo de la roílla debiera reposarlo un poco más. Pero no sé. A ver cómo le va yendosto y vamos que tenemos que a la No tan mangui, tío, ya, toas. Quesque me cago en el copón, como tú disis.
—Jé. No veas la To su puta madre a caballo, tía.
—Ya.
—Jé.
—Bueno, Gus, que ya me cuentas, tío. ¿O te vienes? ¿O te paso al Barbas?
—No, no. Yastá, me voy ya pa ca mi mae. Ya si mañana escalar ya me llamen, tú les dices.
—Vale. Y ya nos cuentas.
—Fale, Luisa. Y ya verás. Que lo de la No tan mangui, ya verás tú, tía.
—La No tan mangui, la No tan mangui. Anda, mangui; que lo questás hechó tú sí ques un mangui, quesqueh ¿Has visto al Delclós?
—Sí, ya lo visto, sí. Pero ya verás, tía: Quesatí.te sale.
—Güeno, jihn. Le digo eso a estos, de mañana escalar.
—A estos no, sólo al Barbas o al Monllui.
—Anda, anda.
—Hala.
—Ale Gus. N beso.
—Besico, jéem.
No vear Guh.