viernes, febrero 02, 2007

LA LUISA Y EL BARBAS

Los días que amanecía sin bruma, rompiendo la mirada hacia el noreste, podían verse de lujo perfilándose desde la terraza de la casa del Barbas el tajo del Majalijar y Peña Santa entera. Era el puto copón levantarse en verano allí temprano y desayunar al fresco, dejándole al cuerpo que el mundo por entre pestañas y legañas se colase, pero no era verano y había estado lloviendo toda la noche; gotas aún repiqueteaban del alero de tejas viejas a la uralita modelna del patio interior del párroco, gotas que insomnizaban a chuminosos y audiomilindris de los de no poder dormir sin ruidos, insomnizar, asín, 'gotas de insomnizar', como las llamaba Manuel, el padre del Barbas, dende que el hombre estuvo allí quedándose las noches del pifostio aquel que tuvo en octubre con los de su comunidad y gotas, gotas, gotas, gotas. Claro que el Barbas nunca encontró problema alguno en dormir de un tirón con las puñeteras gotas esas ahí de música de fondo y ronquinaba hecho un ovillo, casi como del todo el niño de bozo generoso y orejones que ya fuera quince o veinte años atrás y no tuviese esa mañana que levantarse para el colegio ni tampoco de bulla quisiera spertar para echarse a la calle a darse al pleno juego, y fue por eso que la Luisa lo dejó, porque libraba, llovía y no iban a poder tirarle al monte. Se levantó, puso agua en el cazo, encendió la hornilla y salió a la terraza para que el cuchillo seco del frío la viniera a marcar, pero ella supo esquivarle otra mañana más la traza traicionera y ni siquiera asomó la vista por encima del voladizo nada más ver los charcos grandes, las nubes negras, la niebla densa de santos copones invernales porque estaba más que claro ya que no. Que no. Que no iban a poder tirarle tampoco y ni por la tarde ni a ver cuándo parallín, para el Diedro del Águila, pero no le importó. Total, se dijo pal adentro mientras se daba vuelta, pero no vislumbró en palabras el total porque no quiso, sólo lo supo en firme y yastá. Volvió a entrar, cerró, iban buscándose la vida una mañana más los primeros gorriones y un bostezo apenas bosquejado para adentro la atrajo hacia la fruta. Hacía faltica ya la lluvia, que más lloviera, más. Pero los estaba puteando ese no haber ni un sólo claro de 18 horas en día de no currar para tirarle a ver a lo que con tantas ganas demoraban dendacía tres semanas que tuvieron que volverse. Una, dos, tres mandarinas. Un plátano, manzanas dos. Y el té iba poco a poco estando más cerca del agua ya casi bullendo. Eran las ocho menos cuarto en el reloj de la cocina del primer viernes de febrero y se acordó, de repente, mientras sacaba de la alacena el tarro del azúcar moreno, de que hacía 85 años que Sylvia Beach había sacado la primera edición no fasciculada y sin recortes ni censuras del Ulises yoisero. Era en París y fue Shakespeare and Cia. & venía a coincidir con el cuarenta cumpleaños del irlandés, para más inrridesos, y la Luisa pegó un salto desde el dato laboral a los bosques de Fontainebleau en un tris y, al tiempo que soltaba la diestra pulgarada suya de té en el cazo y lo retiraba del fuego con la zurda, recordó un bloque precioso al que seguro iba a volver algún otoño, cerca de la Balance, en Bas Cuvier. Dejó en reposo el té. Pilló otra mandarina y se fue a mirar al Barbas, que ahí seguía, reventaíco, feliz, tol contratórax oscilándole pausadísimo. Él no curraba los viernes y había quedado con la Luisa en que, si amanecía medioqué, ella ya lo avisaba para questuviera listo de todo cuando ella volviera al mediodía y tirarle, pero no iba a ser. Lo estuvo contemplando igual no más de dos minutos, pensando en el anoche del que ella ya había vuelto tan contenta, y no supo por qué o cuál pensamiento fue el que le sacó el riso que se mediochó mientras él ahí le andaba implacable en el rebalaje del ronquing. Se acercó por la orilla derecha de la cama y le besó con solemne descuido en la espalda, justo entre los omóplatos, dos veces. Después dejó la cáscara naranja como una eSe impenetrable calcada del mapa del Vietnam sobre el radiador de aceite, pa perfumarle el sueño mañanero, y salió del cuarto entornando la puerta. El té ya había de estar. Se estaba sirviendo el azúcar del tarro azul cuando sonó un teléfono en el saloncito que ella no iba a coger porque no era su casa, qué delicia no atender, a ver si más no llaman, cogió la taza de medio litro y se acomodó correcta en el butacón, retrepada pero erguida, los talones tocándole las nalgas, y siguió leyendo a Yasmina Khadra por donde justo había dejado el libro la mañana anterior: "Nada más aparcar nuestro humilde carro junto a la acera, Sid Alí se zampa su bocata para no tener que compartirlo, se limpia en el mandil y se dispone a acogernos." Eran casi las ocho en punto ya. Hacía el mismo frío del carajo que el día anterior y quel dantes del anterior y además había llovido sin que el ambiente se templase luego. Ella no entraba a trabajar hasta las diez. Se echó un trago largo y berreante. Podía disfrutar de la lectura un rato bueno aún, desayunar a gusto, estirazaze. Empezaba a llover de nuevo cuando se topó con una tirada que quiso levantar para ella misma de la página leyéndola otra vez pero pa fuera: "Son dos mis grandes sueños en este crepúsculo de mi carrera: disfrutar de la jubilación sin que me fallen mis facultades y meter a esta basura en un micro-ondas hasta que se le reviente la jeta. Nada me sienta peor que soportar la chulería de un subalterno enchufado." Y anda que no, pensó en voz alta. Aunque sin darle demasiada importancia, porque total, paqué.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Ya voyles viendo venir a este par de frutícolas amables. Y les voy queriendo ya, y voy queriéndoles saber más cosas que les pasen.

Lo mismo hasta era yo al teléfono, mireusté qué cosas.

Besos, brazos miles y tildes que te faltan...

la luisa dijo...

gracias, apañá.

Anónimo dijo...

Creo que me encuentro con pleno derecho de escribir al respecto de este capítulo de las gotas que repiquetan en Darío. Pues yo moré esa casa antes que vuesa, y vive Dios que daban por culo al sueño. Cierto es que yo ya estaba insomnizado por cuestiones varias, entre las que hay un puñado que no conozco, pues el estudio de la medicina es una disciplina que me la ha traído siempre en modo pendular. Mi teoría es que el cura párraco, amable y gran vocalizador, como buen sacerdote, hizo poner esa uralita para escuchar la lluvia. Y que dormía así como un bendito, tranquilo, sosegado con la nana de Dios que a buen seguro le recordaría ese regalo del cielo. Que a vuesa le ovillara el sueño no me soprende, pues mis entendederas intuitivas me hacen pensarele a usted muy cerca del materialismo paulino al que se adscribiera el gran Zizek en alguno de sus libros (y dicho sea de paso: aquí en Madrid ando como hace 10 años, buscando asideros, y en estas que voy y me encuentro con una charla del Slovodan -ese Zizek- en el círculo de bellas artes: grandísimo pensador, en directo su barba es trascendental, y ya cierro este inciso no sin recomendar a los aquí presentes se bajen de internet sus documentos visuales, más ahincadamente, el de cine, divertida y sagaz lectura lacaniana de nuestra cultura polular, y ya de paso, de La hora chanante, Testimonios y Gañán), de modo que a nosotros los ateos no nos vengan con reproches, pues no son minucias eso que llaman ruido del sanrtísimo Padre lo que a ustedes duerme y a nosotros rabia. Y ya que estoy en esto del saludar y recordar, y ya que esto es público y estoy un poco hasta los huevos de según qué movidas, permítame hacer otro inciso en forma de denuncia. El Rafa me dijo que mandara Devoradores a Pretextos, ya que él era, junto a Abraham, el lector de la valenciana. Que así me aseguraría que el libro iba a leerse con detalle, que no se iba a rechazar si no era con motivos y que de ese modo podría asistir a eso que normalmente es elipsis en la vida de un menda que escribe un texto y lo manda a algún lugar. Pues bien, ha sido mandado y ha sido devuelto a los 3 días, sin que pasara por las manos de los lectores Abraham o Rafael. Y Rafael, al saberlo, ha tenido que otorgar el convencimiento que antes eran dudas diciendo que sí, que es cierto, que estoy en una lista negra. La cuestión es saber por qué y si eso está en relacción con que perdiera el mismo mes y sin motivo aparente, mi trabajo en las tres revistas de Prisa donde trabajaba, incluida el juvenil, absurdo y extinto, pero generoso en pastizal pagable a escribientes, País de las Tentaciones. Y disculpen la queja, pero quería hacer pública esta mierda. La respuesta, qué duda cabe, está en los poetas parnasi-anos.
Y sigo. Lo de las gotas. Que eran bonitas, sí. Pero eran muchas, coño. Lo curioso es que a mí, en mi época zubiética, algunos lugareños gustaran de llamarme, algunos, Bollos, por los golpes que había recibido el Clío que ahora posee el Barbas y que entonces era mi medio de golpeación. Y otros, Gotas, por el modo en que derramaba mi cuerpo serrano en sillas, sillones y taburetes cuando estaba fumado en exceso (yo propuse, influido por el Gran Lebowski, que veo cada 8 meses para no perder la compostura, la posibilidad aristocrática de ser llamado también Su Gotísima), lo cual me hace estar muy cerca de la filosofía Zen del gran Bruce Lee, pues lo que él dice que hace el agua con la tetera en el anuncio ya lo hacía yo con los recipientes que acogían mi ahumadismo tehacheceístico. Y esto es lo malo de escribir aquí: no sé ni lo que digo porque es espacio es reducido y no puedo tener una visión completa de mi verborrea. Pero se hacen cargo ustedes y me permiten este lapsus de saludar a olvidadizos y vomitar algún odio que espero compartan por la indignidad de la censura de un gabinete de hijos de puta que al final me van a hacer visitar Alcalá Meco si no paran (Entrevisté a Escohotado hace años y me dijo que estuvo en la cárcel por posesión de cocáina un años, que pidió celda de castigo y que fue uno de los mejores años de su vida por la recepción de drogas y el tiempo para escribir: seguiré su ejemplo, en cualquier caso. Espero tener internet allí si eso se tercia y seguir leyendo a estos rupestres dedicados a la escalada, las gotas y las zetas.
Atentamente.
Harold.

la luisa dijo...

Reverénciome ante Su Gotísima. Y casualidades de la vida es una forma de llamar a lo que pasa a veces comaquín que hace un rato que acabo de copiar la DESERCIÓN y me encuentro con. Y que espero te vaya bien por los Madriles, a los que igual dentro de poco subo para gestionar con profesional competente la cuestión de la página web de lacasaconlibros si es que no muero antes en el intento de terminar papeles (infierno) y tajo del de toda la vida a pie de casa de los mil detalles que aún quean (menos infierno que los papeles, que los papeles son más infierno porque como arden digo yo que hacen más llama y dan más por saco). También, aparte de esta subidica por la cuestión hachetetepé &c., estaré por allín en la Corte el día creo que sábado 12 de mayo en una cosa que organizan la gente de la librería ARREBATO, ahí cerca de la Plaza del 2 de mayo, bajandillo del metro de Bilbao pal centro creoquera, que organizan lo que llaman 2007 poetas por kilómetro cuadrado y, bueno, que pallán le tiraremos con maese Esteban a montar música & poesía con el SUBDESARSUR. Pa que lo sepan vuesas mercedes, Su Gotísima y la Corte toda callín estaremos pa cumplir y echar un rato. Y que hay que gana de verse, pero no hay rato ni para ir al monte, así que hágase usted cuenta cabal de cómo estamos. Cuídese, Mr. Fukcfield, y, ciertamente, listas negras haberlas haylas, que se dice. Un beso grande a repartir, L.

PS: Y, oye: "Devoradores" sounds good, no? Ein? Mejor ai zink que dejarder yuluq dejarder yuluq.

Anónimo dijo...

Devoradores de Saturno, en realidad. Por cierto, gran honor, deserción ahí en rupestres. dejarder se va en título, y quizá en fisquismo propio. Te espero aquí en el forodosdemayomalasaña. Beso a repartir y otro a caraperro para tus carrillos medievales.

la luisa dijo...

Gracias, grande. Y por cierto que la deserción te la voy a aprovechar también para un ejercicio de escritura creativa con la gente del taller 24 horas deste año a ver cómo sale aunque sea prosa. ya te contaré. más besos pallán, tú. mantecas.