miércoles, agosto 30, 2006

GODIVA EN BLUE JEANS

La tarde se iba colando ya del todo mientras la Luisa y el Gustavo echaban un tesesito con yerbagüena de Chafarinas y esperaban a que llegara el Lluisot, la Jo y el Tom. La Luisa se hacía un porro, las gatas no bajaban del tejado, desde donde miraban también repantingadas la luz del sol colarse por los llanos de Alhendín, y en un ir y venir se escuchaba de lejos al vecino del cortijo de al lado echarse un cante horripilante. El Gustavo estiraba el hombro izquierdo con la mirada fija también en el horizonte rojo y la Luisa quedó como un momento lejos de todo, pensando a su puta bola en el día que habían echado y conectando cosas del coco con otras cosas de las de fuera, absorta en el quehacer manual de liar el porro y bulléndole por dentro el agua rara de la vida. De vuelta de Los Vados de equipar, ya en la furgo del Tom carretera arriba, habían estado hablando de cómo iban a ponerle a la nueva vía de nombre y a la Luisa se le ocurrieron varios y un otro más que no comentó entonces y que de repente le salió afuera de los labios como para ella misma o como cuando hablaba con el perro o con las gatas mientras cortaba fina la verdura al mediodía.
-Godiva en blue jeans -dijo-. Pos la verdad es que sí que podría ser un buen nombre pa la vía. Godiva en blue jeans, sí. Pero por ahora es sólo el título de un poema de la María Victoria Atencia.
-¿Qué? ¿Pa la vía? ¿De un poema? ¿De quién? -saltó el Gus sin dejar tan bruscamente como otras veces de estirar mirando el sol.
-De un poema, sí. De María Victoria Atencia, una poeta malagueña ya mayor la mujer.
-¿Jehn?
-Sí, Gus, zí. Que las mujeres también escriben, tío. Que no es sólo el Robe de Extremoduro y el Miguel de Cervantes y el Albert Pla y el otro Miguel, el Delibes, el autor del único libro ese que tú dices te has leído en to tu vida, El camino. Pero que no es a eso a lo que iba.
-Y a qué es a lo que ibas, Luisa. Porquesque yo no mentero.

La lengua de la Luisa engomó el papel en un tris y sus dedos, en un tras, le habían dado ya la forma de cigarro verde al yoni al que después entre los dos le harían el fondo. Después siguió explicándole al Gustavo.

-Pos a que non me ze pué dorvidar mañana ya que se lo iba a dejar el libro al Davi de Telepinza, que me lo comentó el domingo pasao en los Cahorros que se lo dejara y ya van tres días que menzorvida. Y que aparte sería un buen nombre para...
-Pero cuál libro.
-Pos no testoy dijiendo que de la mujer esta, tío.
-Ahn, ya.
-¿Quieres que te lo diga?
-¿El qué?
-El poema.
-Güeno.
-No, hombre. Güeno no. Si tapetese jín, zi no pos no.
-Jiiiín. Que jín, venga. Si a mí tamién me gusta muncho ler, Luisa.
-Anda, anda, que eres de lo que ya no hay -y se encendió el canuto. Le dió un par de chupadas fuertes para que el cerco todo prendiera bien y miró al Gus a los ojos.
-Jé -dijo el Gus. Y se sonrieron.
-Pos mira cómo dice el poema, Gus:

Cuando sobrepasemos la raya que separa
la tarde de la noche, pondremos un caballo
a la puerta del sueño y, tal lady Godiva,
puesto que así lo quieres, pasearé mi cuerpo
-los postigos cerrados- por la ciudad en vela...

No, no es eso, no es eso; mi poema no es eso.
Sólo lo cierto cuenta.
Saldré de pantalón vaquero (hacia las nueve
de la mañana), blusa del “Long Play” y el cesto
de esparto de Guadix (aunque me araña a veces
las rodillas). Y luego, de vuelta del mercado
repartiré en la casa amor y pan y fruta.

¿Qué? ¿Tagustao, Gus?
-Jumh.
-¿Ein?
-Que sí. Pero que no me entero dená. Me gusta el final y cómo tú lo dices, que tiene muncha mújica, que no paece un poema ni nadená de lo bien que lo dices. Y lo del final quezí mentero. Lo del final sí me gusta. Eso de repartir el amor, los panes y la fruta. Eso zín que menterao.
-Íopuchi tú -le soltó la Luisa sin saber si tirarle un pellizco en el costado o reírse a carcajadas.
-¿Eh?
-Quesquesos de lo mejor, lo mejor, vaya. Pamí. Y que si tenteras deso, tasenterao, Gus.
-Pero yo creo que no mentero, Luisa. ¿Y quién era esa?
-¿La Lady Godiva?
-Zí.
-Pos mira, Gustavillo: Lady Godiva era la mujer de un conde inglés de hace ya munchos siglos, del mil y pico o por ahí creoqués, el conde de Chester creoquera, sí, de Chester, como el tabaco, jenh. Y esta Lady Godiva la cosas ques famosa porque, por lo que cuenta un cronista del siglo XIII, le...
-¿Un cronista?
-Sí, un cronista. ¿No sabes loqués un cronista, Gustavo? ¿No? Pues, mira, un cronista es como un historiador, ¿vale?
-Azín sí. Un historiador, vale.
-Pos lo que te desía: Que cuentan que Godiva le pidió a su marido, que tenía que ser seguro aparte de conde un hijoputa de cuidao o íoputa por conde, pos eso: Que le pidió al conde, su marido, que no asfixiara tanto a la gente de su tierra con los impuestos y el marido va y le dice que sí, que de futa mare, pero que se los baja los impuestos a cambio de que ella, su mujer, fíhate tú, se montase nun caballo desnuda y se diera una vuelta por el pueblo o la ciudad o lo que fuera que fuese donde estaban, quera Coventry creo que se llama el sitio. Y la tía lo hizo. Pero al loro: La gente del pueblo, agradecida por el gesto de Godiva, cuenta también el historiador este que, la gente, agradecida, se encerró en sus casas para no verla a caballo desnuda con sólo su larga cabellera cubriéndole el cuerpo. Y dende entonjeh o dendendespué cuando fuera pos parece ser que hacen una fiesta allí en Coventry recordando to esto.
-Foh.
-Poszí.
-¿Y entonjeh no la vio naiden?
-Por lo visto paece ser que sí carguien la vio con ojos indiscretos.
-¿Quién? ¿El íoputa su marío?
-No. Un mendas que dende entonces también se ha convertido, igual que Godiva, en leyenda: Peeping Tom.
-¿Pipintón?
-Sí. Tom el fisgón.
-Hostias, Pipintón. Pipintón tamién pué zer un güen nombre pa la vía, Luisa, ¿no?

En esas estaban cuando sonaron abajo en el carril los frenos de las bicis. La Luisa dio una calada lenta, se levantó, le pasó el canuto al Gus con un requiebro de nudillos y escaleras abajo le enfiló a abrirle la cancela a esta gente. El Gus quedó pensando en que no había nada mejor una tarde de domingo que la yerba, la escalada y los poemas que la Luisa le decía. Y en esto último el Corso, que dormitaba bajo el emparrado, estaba totalmente de acuerdo con él.

9 comentarios:

Anónimo dijo...

Pero al final cómo se llama la vía?

H. Wilson

la luisa dijo...

the harder you look the harder you look

el pescador dijo...

iba a comentar en el post de ganivet, pero lo he visto mu lleno y como este de mirones y yerbas me ha gustao mucho pos comento aquí
que se está currando usté un peazo de bitácora que no se salta ni dios ni el diablo ni ratzinger z
que mis felicitaciones
y que es un placer leerle que quiero compartir con el resto de la humanidad y por eso recomendaré esta página desde mi rincón telemático
y que besos desde el sur del sur

la luisa dijo...

munchas mersis, lieutenant. susórdenes.

Anónimo dijo...

"The harder you look the harder you look", de Cristopher Wool.
Es en realidad un cuadro. Aunque quien sepa inglés y haya visto el cuadro se dará cuenta de que es un espejo.

Anónimo dijo...

po zi

Anónimo dijo...

¿y que quiere decir?

Anónimo dijo...

que no seas tan pedante y pongas nombres en español a las vías, coño.

la luisa dijo...

pos a ver, philip, unknown user y demases quiénes que igual sean: me paece, amín, personar y surjetivamenti, que a las vías les voy a poner el nombre que me salga del coño. digo yo, vaya.