jueves, julio 20, 2006

ROMPEPIEDRA

Pillé de una mata amiga de rompepiedra de la Cueval Moro un tronche y se lo dí a Silvana.
-Toma, niña. Ven aquí, ten.
Ella me dio las gracias y yo quedé recontemplándola de pronto con la flor tan blanca de velados púrpuras de monte verde al sur cuando le suelto en buen presente redepentemente que Se llama rompepiedra, tú ya sabes, ¿no? Y va y se pone a darle con la flor en donde más duro el peñón se pone y dice No se rompe, no se rompe, Luisa, y es que, claro, no comprende 'rompepiedra' todavía aunque ya sabe la Silvana de las plantas por su padre.
-No se rompe. Rompepiedra, no.
Y en cuanto me vio la risa densicuro que al pronto supo que rompepiedra iba a venir a ser por algo de lo que ya acabaría enterándose trempano o tarde y por eso decidió que no importaba más, se dio la vuelta bruscamente y tiró paonde los perros. Y yallín que se quedó como una chucha más, la tía, tol rato yallín hasta que el sol se fue colando poco a poco por donde to las tardes, con los perros, tirá por los suelos, como a los críos les gusta más, mientras su padre y yo le dábamos non zé ni cuántos mecos más ya le dimos a un bloque del Carlillos que aún seguía resistiéndose. Endespué llegaron unos a echarse un porro, ya mu tarde, con el horizonte sucio y casi oscuro todo ya, y nusaltres estiramos, arrecojimos y nus bajemos dos adultos, una niña y perros tres hacia donde la vida siempre sigue igual de estúpida, mortal y carnicera sin descanso si no fuera por el búnquer, las plantas, los bichos y la buena gente. Yamén.
Yamín, yamón, yamún. Ya, man.
Ya.

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