-Cuchi que bien. Pos yo a por churros. ¿Te vienes?
-Tú qué. ¿A por churros dices que vas? Ou, churros ahora. Fuh.
Serían las ocho menos cuarto cuando llegó a la cola palpándose la guita a ver, que no supo del to si es que iba a estar o no de anoche en los bolsillos del pantalón abiertos cuando dos mozuelillos ojerosos, hermanicos seguro, que los habría mandao por un kilo de churros la mae pa tos de sábado, se pusieron detrás de un cincuentón canoso, guapo y regordete que en traje de lino blanco aguardaba su turno con el periódico bajo el brazo y la mirada lejos. Detrás del mostrador, la Angustitas, la nieta de la Concha, la churrera, despachaba a una señora rubia de las de los chalés mientras su abuela iba soltando otra espiral de masa buena con ese arte de tanta mañana que se daba la Concha desde hace muchos años sobre la sarten enorme de aceite hirviendo. El Barbas dio un buenosdías tranquilo y general y se puso detrás de los hermanos. Iba a ser cosa de cinco minutos. La Concha salió de detrás de la sartén y saludó al Barbas sin palabras, con la sonrisa sabia y la yesca en los ojos de las abuelas brujas. El Barbas devolvió cabal sonrisa y la mañana, sin colas, sin bullas, celeste limpio el cielo, se presentaba tan amable como fue y no más importe. Los dos hurones estaban en el bolsillo izquierdo, sí. En siete minutitos iban yastar los churros encimica la mesa la cocina.
Llegó. La Luisa aún demoraba el levantarse, pero fue olerse los churros y salió dentre las sábanas. Besico, toma, pum. Desayunaron. El día se fue entero en Los Cahorros, questuvieron el Barbas con la Luisa y to la gente de La Zubia y der Zaidín en la Casilla reequipando a tres taladros reunionsicah y porósidos y luego por la noche fue que estaban en la casa de la Luisa y va la Luisa y, cuando estaba en el pasarle un porro el Barbas de la yerba sativilla que le diera el Ángel Jausis, va y le dice por lo que le había contado a colación en la cascada de su padre y la alhucema que la escuche. Y le lee:
Según Abu Abdalah, es la alhucema azulada; y según otros la silvestre pequeña de un azul claro. Su raíz se planta en diciembre o poco después, y florece al año de su plantación si se le cultiva la tierra. Al plantarla ha de dársele riego, si fuere en tierra enjuta, y florece en el mes de abril. Tal es el modo de cultivar esta planta. Lleva la flor con las hojas separadas y del mismo color y aun mejor que el de la violeta; crece a la altura de un hombre, si bien lo más común es quedar más baja; y se extiende en muchos ramos. Su cultivo es el mismo que se dijo de la manzanilla loca y de la matricaria, y así se dispone conforme a él. Los persas la estimaban en mucho, y tienen la dicha de poseerla en abundancia; y dicen que mirando a su flor se alegra el ánimo, y se retira la tristeza concebida sin motivo.
-Foh, Luisa. Macabo de quear non zé cómo disirte.
-Pues ya ves: Del Libro de agricultura de Ibn Al Awam, en traducción del terciario franciscano José de Banqueri. De la edición de José Ignacio Cubero Salmerón
-¿Al Awam?
-Sí. Abu Zacaria Iahia Aben Mohamed Ben Ahmed El Awam, sevillano de mediados del XII, sí. Y al José de Banqueri no te lo pierdas tampoco, que se tiró de vuelta de las misiones africanas catorce años de los de finales del siglo dieciocho traduciéndolo.
-Foh.
-Pues sí -y le volvió a pasar el cigarrillo verde al Barbas-. Me voy a dormir.
-Yo no voy a tardar muncho tampoco, Luisa. No.
-Pues hala, toma beso -y le lanzó desde el umbral del dormitorio uno volante que fue a pararse en medio de las greñas de la barba negra y crespa.
Tenía que ir con su padre a por la alhucema brava una mañana destas pronto y fijo ya, pero subir arriba a Huenes, a los roales güenos, no ahí a Corvales, questá to pisoteado, pensaba el Barbas. Y eso: Que había quequé, tenía que ir. Porque estaba comprendiendo de repente los porqueses de la pena de su padre a ratos esa que le daba chica y leve pero pena y él tenía que ver a ver. La Luisa yastaría risoplantemente toda horizontal, casi volcando al sueño, jehn. Mató la chusta suave en el cenicero metálico y se levantó pausado. Se fue a lavar la cara, las manos, el cuello, los tobillos. Tumbóse pastirar en el tatami de la Luisa. Y allí quedó dormido. La Luisa lo encontró por la mañana y le echó por encimilla la sábana que usaban de funda del sofá. Quedó fetén. Roncando lo dejó y ella se fue a por pan en bicicleta al horno de Ana. Quel horno de Ana abría y despachaba pan y tortas los domingos sin cerrar de to la vida y allí compraba siempre, no sólo los domingos, la Luisa el pan, del horno abierto de Ana.
2 comentarios:
Lah cosah mágicah de las planticas o los bichos, c'alegría seguir leyéndote.
Te farta un afoto de la alhucema, que suena al moro pero no a mata, y ajín laprendemoh, noverdá?
Y baja, cohone, que te retestina nloarto y no hay manera vet-te, home...!
Ale, bezoz!
alhucema, primor, viene a ser espliego o lavanda. majumenu. yaver si bajo, jín. besos, l.
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